Cuando los talibanes tomaron el poder en Afganistán en 2021, prometieron públicamente un futuro en el que las mujeres serían participantes activas en la sociedad y podrían estudiar y trabajar libremente dentro de un marco establecido por el grupo. En un mundo que anhela un cambio positivo, la comunidad internacional esperaba que esta vez el régimen fuera diferente de su versión anterior.
Dos años y medio después, la realidad que enfrentan las mujeres y niñas afganas es sombría. A medida que los talibanes reforzaron su control sobre Afganistán, emitieron más de 50 decretos que restringen directamente los derechos de las mujeres y las niñas, tejiendo una red de restricciones que atrapa a las mujeres y las niñas de Afganistán en una red de opresión. Actualmente, las mujeres y las niñas están excluidas de la educación más allá de la escuela primaria. Las mujeres continúan enfrentando restricciones en cuanto a su vestimenta, acceso a espacios públicos, oportunidades de empleo, su capacidad para ocupar cargos públicos o desempeñar funciones públicas y su libertad fundamental de movimiento y expresión.
En su último informe, el Relator Especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Afganistán, Richard Bennett, expresó su preocupación por el aumento de la violencia sexual y de género contra mujeres y niñas, que continúa impune y brinda un apoyo mínimo a las sobrevivientes. Según el informe, desde 2021 se ha informado en los medios de comunicación sobre la muerte no natural de más de 280 mujeres y niños, con causas que van desde asesinatos intencionales, conflictos y ataques suicidas hasta violencia doméstica. Sin embargo, es probable que las cifras reales sean mucho más altas, ya que las muertes de mujeres y niñas habitualmente no se denuncian.
Y eso no es todo. Los talibanes han aplastado brutalmente todos los intentos de las mujeres afganas de reclamar sus derechos. Los defensores de los derechos humanos, los activistas y los manifestantes pacíficos afganos son periódicamente acosados, arrestados y encarcelados arbitrariamente y torturados. Sus familias enfrentan consecuencias nefastas si continúan oponiéndose a la discriminación y el abuso generalizados y sistemáticos de las mujeres y las niñas por parte de los talibanes.
Los talibanes han restringido gradualmente los derechos de las mujeres y las niñas, cada vez envalentonados por la falta de una respuesta concreta de la comunidad mundial. Dado que no se controla ninguna interferencia con los derechos de las mujeres, el régimen opresivo de los talibanes se consolida aún más. Pero la respuesta de la comunidad global ha sido silenciosa, y con varios conflictos dominando ahora los titulares, Afganistán corre el riesgo de convertirse en una crisis olvidada.
¿Que hacemos ahora?
Las obligaciones de los Estados según el derecho internacional de proteger los derechos de las mujeres y las niñas son claras. La comunidad internacional debe reconocer el peligroso precedente sentado en Afganistán de impunidad y falta de rendición de cuentas por el desmantelamiento sistemático de los derechos de las mujeres. Es imperativo que la comunidad internacional responsabilice a los talibanes por sus crímenes y abusos contra los derechos humanos y garantice justicia para las víctimas y los supervivientes.
Organizaciones y funcionarios de derechos humanos, entre ellos Amnistía Internacional, la Comisión Internacional de Juristas y el Relator Especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Afganistán, han presentado argumentos convincentes de que las violaciones generalizadas y sistemáticas contra mujeres y niñas constituyen un crimen contra la humanidad de género. persecución basada en . Esto brinda a los estados la oportunidad de ejercer jurisdicción universal sobre los líderes talibanes para investigar y procesar a los presuntos perpetradores. Otra vía es fortalecer la cooperación con la Corte Penal Internacional y otros tribunales para garantizar que tengan los recursos necesarios para llevar a cabo investigaciones efectivas en curso y futuras sobre crímenes bajo el derecho internacional, incluidos crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad como la persecución de género.
La comunidad mundial debe dejar claro que las negociaciones y el diálogo con los talibanes no deben malinterpretarse como una legitimación de sus violaciones sistemáticas de los derechos de las mujeres y las niñas. En cambio, la comunidad internacional debería fortalecer su compromiso con el pueblo afgano y enfatizar que los talibanes, como gobernantes de facto, son responsables de cumplir las obligaciones derivadas de los tratados internacionales en los que Afganistán es parte.
La comunidad internacional, incluidas las Naciones Unidas y todos los países que han trabajado con los talibanes, deberían colocar de manera proactiva los derechos de las mujeres en el centro de todos los contactos diplomáticos con los talibanes. Fortalecer la sociedad civil afgana, en particular las iniciativas lideradas por mujeres, tanto dentro como fuera de Afganistán, y apoyar sus esfuerzos por desarrollar un modelo de gobernanza que respete los derechos humanos sería un fuerte contrapunto al silenciamiento de las voces de las mujeres dentro del país.
Mientras el mundo celebra hoy el Día Internacional de la Mujer, debería ser algo más que una simple celebración simbólica. Su objetivo es ser un llamado a la acción para que la comunidad internacional reevalúe su compromiso de proteger los derechos de las mujeres y niñas afganas. Son imperativos medidas concretas como la rendición de cuentas y la justicia, aumentar la representación de las mujeres en las negociaciones, amplificar las voces de las mujeres afganas y apoyar a aquellas que ya no están en Afganistán. Se acabó el tiempo de la retórica diplomática: ahora es el momento de adoptar medidas decisivas y colectivas para proteger los derechos de las mujeres y las niñas afganas, conquistados con tanto esfuerzo. A menos que se tomen medidas decisivas, el mundo corre el riesgo de presenciar una normalización de este implacable desmantelamiento de los derechos de las mujeres en Afganistán.