Las relaciones entre Corea del Norte y Corea del Sur se han caracterizado históricamente por períodos de tensión, que han sido reemplazados por un compromiso cauteloso. Estas fases estuvieron fuertemente influenciadas por las estrategias geopolíticas de las principales potencias, especialmente Estados Unidos. La presidencia de Donald Trump condujo a un enfoque diplomático poco convencional y muy personal hacia Corea del Norte. A medida que surgen discusiones sobre un posible segundo mandato de Trump, es crucial analizar críticamente cómo tal escenario podría afectar el delicado equilibrio de las relaciones entre Corea del Norte y Corea del Sur.
Durante su primer mandato, la política de Trump hacia Corea del Norte osciló entre una hostilidad extrema y un compromiso sin precedentes. Inicialmente, la administración de Trump siguió una estrategia de “presión máxima” caracterizada por mayores sanciones y posturas militares. Este enfoque culminó en una serie de provocativos intercambios con el líder norcoreano Kim Jong Un que generaron temores de un posible conflicto militar.
Sin embargo, esta actitud agresiva cambió drásticamente con el advenimiento de la diplomacia directa. La voluntad de Trump de reunirse con Kim en persona, comenzando con la histórica cumbre de Singapur de 2018, marcó un alejamiento de los protocolos diplomáticos tradicionales. Aunque estas cumbres estuvieron llenas de simbolismo, produjeron pocos acuerdos concretos sobre desarme nuclear. Los críticos argumentan que, si bien estas reuniones aliviaron las tensiones inmediatas, carecieron de las bases y la implementación necesarias para lograr avances duraderos.
En un segundo mandato, Trump probablemente podría hacer que Trump lidere un retorno a la diplomacia personalizada que caracterizó su compromiso inicial con Corea del Norte. El énfasis de Trump en la comunicación entre líderes podría pasar por alto los canales y procesos diplomáticos tradicionales. Si bien este enfoque podría reactivar las conversaciones estancadas, corre el riesgo de reforzar la narrativa de que el liderazgo de Corea del Norte busca validación a través de contactos directos con el presidente de Estados Unidos, dejando de lado el papel de Corea del Sur en los asuntos intercoreanos.
Este enfoque en cumbres de alto nivel podría estabilizar o desestabilizar las relaciones intercoreanas, dependiendo del resultado. Unas conversaciones exitosas podrían conducir a una distensión y a esfuerzos graduales de paz. Por el contrario, no lograr acuerdos sustanciales podría conducir a un resurgimiento de las hostilidades y la desconfianza, lo que podría aislar a Corea del Sur.
Los cálculos estratégicos de Corea del Norte son cruciales para evaluar el impacto potencial de un segundo mandato de Trump en las relaciones intercoreanas. El régimen de Kim Jong Un prefiere el contacto directo con el presidente de Estados Unidos porque ofrece a Corea del Norte la oportunidad de impulsar su posición internacional y negociar desde una posición de fuerza. En un segundo mandato de Trump, Pyongyang podría intentar explotar la inclinación de Trump por las medidas diplomáticas de alto riesgo para asegurar concesiones como el alivio de las sanciones sin tener que hacer concesiones significativas sobre su arsenal nuclear. Corea del Norte también podría ver el enfoque transaccional de Trump como una oportunidad para abrir una brecha entre Estados Unidos y Corea del Sur, debilitando así la alianza entre Corea del Sur y Estados Unidos y ganando influencia en las negociaciones intercoreanas. El cálculo de Pyongyang probablemente implicaría una combinación de provocaciones y propuestas diplomáticas para probar e influir en las respuestas de Estados Unidos. El país está tratando de maximizar sus ganancias estratégicas y minimizar el riesgo de renovadas hostilidades.
La posición de Corea del Sur en las relaciones intercoreanas está indisolublemente ligada a su alianza con Estados Unidos. Un segundo mandato de Trump podría traer consigo incertidumbres sobre el compromiso de Estados Unidos con esta alianza. Las críticas anteriores de Trump a las contribuciones financieras de Corea del Sur a la presencia militar estadounidense y su visión transaccional de las alianzas podrían tensar las relaciones entre Corea del Sur y Estados Unidos. Esta carga podría obligar a Corea del Sur a buscar una mayor autonomía en su política hacia Corea del Norte, lo que podría generar tensiones entre Seúl y Washington.
Además, si Trump prioriza el compromiso directo con Corea del Norte sobre la coordinación con Corea del Sur, esto podría socavar el proceso de diálogo intercoreano. Al presidente de Corea del Sur podría resultarle difícil equilibrar las expectativas de Corea del Norte y Estados Unidos y las presiones políticas internas, lo que complicaría los esfuerzos por encontrar un enfoque unificado hacia la paz y la desnuclearización.
La cooperación económica y la ayuda humanitaria son aspectos centrales de las relaciones entre Corea del Norte y Corea del Sur. La administración de Trump, basándose en sanciones y presiones, limitó la capacidad de Corea del Sur para establecer vínculos económicos con el Norte. Una continuación de esta política podría obstaculizar las iniciativas de Corea del Sur para promover la interdependencia económica y los intercambios humanitarios. Sin embargo, un segundo mandato de Trump también podría traer cambios estratégicos si Trump ve el compromiso económico como un medio para lograr objetivos geopolíticos más amplios. Por ejemplo, Trump podría relajar las sanciones bajo ciertas condiciones para persuadir a Corea del Norte a cumplir con el desarme nuclear y así potencialmente abrir oportunidades para proyectos económicos intercoreanos. Sin embargo, este enfoque conlleva riesgos porque una flexibilización prematura de las sanciones sin medidas demostrables hacia el desarme nuclear podría envalentonar a Corea del Norte sin conducir a una seguridad duradera.
Las relaciones entre Corea del Norte y Corea del Sur están indisolublemente ligadas a la dinámica regional que involucra a China, Japón y Rusia. La errática política exterior de Trump y las tensiones comerciales con China podrían complicar aún más estas relaciones. La influencia de China sobre Corea del Norte es un factor crucial. Una relación de confrontación entre China y Estados Unidos podría llevar a Beijing a aumentar su apoyo a Pyongyang, complicando los esfuerzos de Estados Unidos y Corea del Sur para controlar las provocaciones de Corea del Norte.
Un segundo mandato de Trump también podría afectar las actitudes de Estados Unidos hacia las organizaciones internacionales y los acuerdos multilaterales, aislando potencialmente a Estados Unidos en el escenario mundial. Este aislamiento podría debilitar los esfuerzos internacionales conjuntos para resolver la cuestión de Corea del Norte y, por tanto, aumentar la presión sobre las relaciones intercoreanas.
Un segundo mandato de Trump presenta un desafío complejo y multifacético para las relaciones entre Corea del Norte y Corea del Sur. La diplomacia poco convencional de Trump podría llevar potencialmente a callejones sin salida, pero los riesgos asociados con sus acciones erráticas y su posible abandono de los intereses estratégicos de Corea del Sur podrían desestabilizar la región. El cálculo estratégico de Corea del Norte de utilizar el estilo diplomático de Trump para forzar concesiones y debilitar la alianza entre Corea del Sur y Estados Unidos será crucial para el desarrollo de las relaciones entre Corea del Norte y Corea del Sur. Corea del Sur necesitará habilidades diplomáticas para navegar en este entorno incierto, equilibrar el compromiso con Corea del Norte, mantener una alianza sólida con Estados Unidos y navegar por la dinámica regional para lograr una paz y estabilidad sostenibles en la Península de Corea.