Mientras el anuncio de la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos para un segundo mandato resuena en todo el mundo, los líderes paquistaníes se han apresurado a extender sus felicitaciones. El primer ministro Shehbaz Sharif calificó la victoria de Trump como una «victoria histórica en el segundo mandato» que reflejaba un acercamiento inmediato con la nueva administración. La pronta respuesta subrayó la urgencia dentro del liderazgo de Pakistán de construir una relación y mostrar apoyo a la presidencia de Trump.
El ex primer ministro Imran Khan también se unió a este coro y expresó sus felicitaciones a través de los canales de las redes sociales. Sus partidarios están discutiendo el impacto de la victoria de Trump en el destino de Khan, quien ha estado encarcelado en Pakistán durante más de un año. Hay un gran interés en los círculos políticos paquistaníes sobre cómo las políticas de Trump podrían afectar la dinámica política interna.
La estrategia estadounidense de Pakistán parece depender de establecer una relación positiva con Trump al comienzo de su mandato, especialmente dada la imprevisibilidad que caracterizó su primera presidencia. Al calificar su victoria electoral como histórica, Sharif espera atraer a Trump a nivel personal y al mismo tiempo comprometerse a trabajar estrechamente con su administración.
Sin embargo, surge la pregunta de si Trump 2.0 será beneficioso para Pakistán.
Durante su primer mandato, Trump acusó a Pakistán de engaño por supuestamente albergar a terroristas, una narrativa que tensó significativamente las relaciones bilaterales en sus primeros días en el cargo. Su tuit de 2018 amenazando con recortar la ayuda destacó estas tensiones: “Estados Unidos ha dado tontamente más de 33 mil millones de dólares en ayuda a Pakistán en los últimos 15 años, y no nos han dejado nada dado como mentiras y engaños”.
En respuesta a estos desafíos, Pakistán buscó vías de diálogo sobre Afganistán durante la administración de Trump, lo que en última instancia condujo a un restablecimiento de las relaciones caracterizadas por la cooperación en procesos de paz a pesar de los avances limitados en otras áreas. La naturaleza transaccional de esta relación estuvo determinada por la importancia percibida de Pakistán para facilitar las conversaciones de paz afganas, que eventualmente allanaron el camino para la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán.
Dado que Afganistán ya no es el punto focal de las relaciones entre Pakistán y Estados Unidos, existe preocupación sobre si Islamabad permanecerá en la agenda de Washington durante el segundo mandato de Trump. ¿Podrá Pakistán volver a atraer la atención de Trump? ¿O simplemente mantendrá Trump las relaciones existentes basadas en un compromiso de bajo nivel sin que suceda mucho para fortalecer la relación económica y militarmente?
Los recientes nombramientos del presidente electo Trump para puestos clave de su administración, como secretario de Estado y asesor de seguridad nacional, no auguran nada bueno para las relaciones de Pakistán con Estados Unidos.
Por ejemplo, la elección del congresista de Florida Mike Waltz, conocido como un halcón de China, como asesor de seguridad nacional (un papel crucial en política exterior en la Casa Blanca) indica un cambio de enfoque hacia una postura más hostil hacia China.
Waltz ha declarado públicamente que Estados Unidos está en una «guerra fría» con China y fue uno de los primeros en abogar por un boicot estadounidense a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 en Beijing. Además, como copresidente del Caucus de India, fue un ferviente partidario de formar una alianza formal entre India y Estados Unidos, posicionando a India como un socio clave para contrarrestar la influencia de China y garantizar la estabilidad en la región del Indo-Pacífico.
Además, se espera que Trump nomine al senador Marco Rubio como secretario de Estado, otra figura conocida por sus opiniones agresivas sobre China y su fuerte postura pro India. El Secretario de Estado actúa como principal asesor del Presidente en asuntos de política exterior y supervisa las relaciones diplomáticas a través del Departamento de Estado.
A principios de este año, Rubio presentó una legislación destinada a fortalecer los vínculos estratégicos de Washington con la India, al tiempo que examinaba las acciones de Pakistán por su presunto apoyo a grupos proxy contra la India. Este proyecto de ley proponía prohibir la asistencia de seguridad a Pakistán si fuera declarado culpable de apoyar esfuerzos de sabotaje contra India. El proyecto de ley de Rubio buscaba elevar el estatus de la India en transferencias de tecnología a un nivel similar al de aliados tradicionales como Japón e Israel.
Con un equipo cada vez más pro India y anti China, la dinámica entre Pakistán y Estados Unidos enfrenta grandes desafíos bajo la nueva administración Trump. Es probable que la atención se desplace hacia preocupaciones de seguridad específicas relacionadas con la India, al tiempo que someterá las relaciones de Islamabad con su aliado más cercano, China, a un mayor escrutinio.
En el pasado, las relaciones entre India y Estados Unidos han desempeñado un papel importante en la configuración de las relaciones entre Pakistán y Estados Unidos debido al conflicto histórico entre Islamabad y Nueva Delhi por Cachemira y otras cuestiones de tierras y recursos. Por lo tanto, Pakistán sigue siendo extremadamente sensible a los crecientes vínculos bilaterales entre Washington y Nueva Delhi.
Sin duda, el equipo de Trump aumentará los temores de Islamabad sobre las asociaciones militares entre India y Estados Unidos, incluidas las transferencias de tecnología. Podría intensificar los esfuerzos de lobby de ambas capitales destinados a presionar a Pakistán en cuestiones de terrorismo. Estos acontecimientos podrían reducir aún más la ayuda estadounidense a Pakistán, ya que los fondos sólo se destinarían a pequeñas iniciativas antiterroristas y de seguridad.
Además, será difícil para Pakistán gestionar y equilibrar sus relaciones tanto con China como con Estados Unidos durante la presidencia de Trump. La postura anti-China de Trump podría suponer una carga adicional para Pakistán, que tiene una asociación estratégica con Beijing, particularmente a través de iniciativas como el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC).
Bajo una administración Trump, la cooperación de Pakistán con China podría estar bajo un mayor escrutinio por parte de Estados Unidos. Esto podría presionar a Islamabad para que limite su compromiso con Beijing, complicando sus maniobras diplomáticas.
Si bien es concebible que Pakistán intente fortalecer sus vínculos con China en respuesta al deterioro de sus relaciones con Estados Unidos, tal alineación podría requerir compromisos por parte de Pakistán, que tienen sus propias implicaciones.
Mientras Pakistán se prepara para navegar este nuevo capítulo, sigue siendo esencial que el liderazgo del país desarrolle estrategias efectivas si quiere lograr resultados favorables en un panorama geopolítico desafiante caracterizado por la incertidumbre y las alianzas cambiantes.
En general, las perspectivas de Trump 2.0 para Pakistán parecen desfavorables.
El reinicio que Pakistán logró bajo la administración saliente de Biden para inyectar algo de impulso a las relaciones puede ya estar en peligro de fracasar, dejando a Islamabad en un camino precario en medio de una dinámica internacional en evolución y de intereses contrapuestos.