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El autor es miembro del consejo directivo de la Fundación Bertelsmann.
El último informe de Mario Draghi sobre la competitividad europea ha hecho saltar las alarmas en todo el continente, especialmente en Alemania. El expresidente del Banco Central Europeo dice la verdad: la productividad estancada, la lenta innovación digital, el envejecimiento de la población, la reducción de la fuerza laboral y la doble carga de las transiciones digital y verde están poniendo en peligro el modelo europeo.
Atrás quedaron los días en que los alemanes podían ver las malas noticias económicas de Europa como problemas de otros. El otrora líder industrial indiscutible del continente está en serios problemas, hasta tal punto que algunos vecinos ahora, medio en broma, lo llaman un «Estado fallido» donde los trenes no circulan y los niños de 10 años no saben leer. No sólo es necesario mejorar la imagen de Alemania en el exterior, sino que el país también necesita repensar su modelo de crecimiento y lo mejor sería hacerlo en colaboración con otros europeos. Por esta razón, las primeras y más ruidosas reacciones políticas de los políticos alemanes ante la obra maestra de Draghi no captan el punto.
El informe ofrece argumentos convincentes para una política industrial coherente. Pero casi nadie en Berlín ha considerado la cuestión de cómo remediar las debilidades de la UE, especialmente de su mayor economía. En lugar de pensar en cómo podría ser una nueva estrategia económica para el país y el continente, la mayoría de la gente se quedó en su zona de confort: el ministro liberal de Finanzas, Christian Lindner, y el líder de la oposición democristiana, Friedrich Merz, rechazaron el informe porque contenía unos pocos párrafos. de la inclusión de una nueva UE dedicada a la deuda.
La economía alemana está estrechamente integrada en el mercado interior europeo. Más de la mitad de las exportaciones alemanas van a otros países de la UE. Las industrias más importantes del país, incluidas la automovilística, la ingeniería mecánica y la química, dependen de las normas armonizadas del mercado interior. La unión aduanera simplifica el comercio y el poder regulatorio de la UE también es una ventaja competitiva. Las empresas alemanas se benefician de la estabilidad del euro, que les permite planificar a largo plazo sin riesgo de fluctuaciones monetarias.
Durante décadas, la prosperidad de Alemania se basó en un crecimiento impulsado por las exportaciones. Una fuerza laboral calificada, un sólido sistema de innovación y una infraestructura eficiente formaron la base del éxito del país como empresa manufacturera líder a nivel mundial. Hoy, sin embargo, la dependencia de las industrias tradicionales hace que Alemania sea vulnerable. En otros países, la innovación digital está impulsando el crecimiento, pero las empresas alemanas no reconocieron el potencial de las nuevas tecnologías, incluidos los vehículos eléctricos, cuando estaban a la vanguardia.
La Federación de Industrias Alemanas (BDI) estima que Alemania necesitará invertir 1,4 billones de euros hasta 2030 para fortalecer su base industrial y seguir siendo competitiva en el mercado global. La BDI advierte que el 20 por ciento de la creación de valor industrial alemán está en peligro -especialmente en sectores como la industria automovilística, la química y sectores con un uso intensivo de energía como las plantas de coque y el procesamiento de petróleo- si los problemas con los altos costos de la energía, la escasez de mano de obra, el exceso de no se abordarían la burocracia y la inversión insuficiente en infraestructura crítica (en particular, redes de transporte y digitales). De hecho, sin reformas e inversiones, Alemania corre el riesgo de una mayor desindustrialización y el declive de las pequeñas y medianas empresas que forman la columna vertebral de su economía.
Para seguir siendo competitivos, se requieren inversiones masivas en redes 5G, banda ancha y plataformas digitales. El país también carece de recursos de seguridad, tanto en términos de gasto en defensa convencional como de capacidad para contrarrestar amenazas híbridas. La vivienda, el transporte, la educación y el sistema sanitario también son problemas apremiantes que socavan la credibilidad de los políticos establecidos a nivel nacional y regional y hacen el juego a los populistas.
Muchos en Alemania y otros países del norte de Europa todavía suponen que una estrategia industrial de la UE les exigiría apoyar al resto de la unión. Pero eso es un error: Europa tiene la oportunidad de reafirmarse en el sector digital, dominar su transición verde y producir más innovaciones. Visto de esta manera, Alemania o los Países Bajos, por ejemplo, ganarían tanto como aportan con una nueva estrategia industrial.
Sin embargo, esto también requiere que tanto la Comisión Europea como los demás Estados miembros no vean la política industrial como un medio de redistribución secreta. Más bien, deberían trabajar seriamente para aprovechar sus fortalezas y aumentar la flexibilidad en beneficio de todo el continente. El informe de Draghi ofrece un plan: corresponde a todos, incluida Alemania, aprovechar esta oportunidad.