Sin embargo, seguir un camino menos transitado no es excusa para moverse al ritmo de un bantha herido atascado por recuerdos de la infancia del protagonista. Estos primeros episodios tampoco son suficientes para diferenciar al elenco rotativo de personajes secundarios, un grupo que inspira poco más que indiferencia.
El destino final de Andor ya se conoce, por lo que el enfoque del programa es desarrollar cómo dio el salto de odiar al Imperio y su arrogancia a luchar contra él.
Stellan Skarsgård es fundamental en ese sentido, al menos inicialmente, y Genevieve O’Reilly aparece como Mon Mothma, retomando el papel que interpretó en Rogue One, aunque no esperes verla de inmediato.
En cuanto al Imperio, la organización en esta encarnación gira menos en torno a los Sith y más en torno a los soldados de primera línea, un grupo caracterizado por luchas internas burocráticas y más que un poco de incompetencia en los mandos intermedios. Si bien esto transmite un mensaje inherente sobre los estados totalitarios como los buenos, pocos de los malos causan una gran impresión.
El problema es que inicialmente hay poco para inspirar mucho entusiasmo por Andor, que en su mayoría se siente como una prueba intrigante de cómo y dónde Lucasfilm puede impulsar esos parámetros y cambiar la forma, en este caso al producir, ¡qué anti-Star Wars! Serie «La Guerra de las Galaxias». A diferencia de la emocionante acción de Rogue One, la serie no brinda el nivel de emoción necesario para sobrevivir a un desvío tan largo debido a su enfoque metódico de la narración.
Sin fines de lucro, el experimento representa un acto de independencia creativa que merece crédito solo por intentarlo. Menos caritativamente, «Andor» se siente como una serie infestada con un tinte de su propia arrogancia imperial.
Andor se estrena el 21 de septiembre en Disney+ con sus primeros tres episodios.