Los expertos externos han observado desde hace tiempo paralelismos entre el desarrollo económico y democrático –o la falta de él– de Bangladesh y Sri Lanka. Entrevista ANI 2022que volvió a circular a la luz del reciente levantamiento masivo en Bangladesh, un periodista preguntó a la Primera Ministra Sheikh Hasina, que ocupaba el cargo desde hacía mucho tiempo, si preveía una «crisis similar a la de Sri Lanka» para el país. Hasina rápidamente descartó las preocupaciones con un breve «No del todo». Sin embargo, cuando recientemente aparecieron videos de protestas masivas en Bangladesh que mostraban a manifestantes irrumpiendo en Ganabhaban, recordaron a los manifestantes de Sri Lanka que irrumpieron en el palacio presidencial en 2022.
Durante los últimos 15 años, Bangladesh, al igual que Sri Lanka bajo la familia Rajapaksa, ha estado gobernado por la Liga Awami. Ambos países han experimentado un estilo de régimen autoritario bajo un gobierno dinástico, marcado por una corrupción desenfrenada, amiguismo y proyectos extravagantes diseñados para distraer a los ciudadanos de problemas como la deuda y el lavado de dinero. Tanto la familia Sheikh como la Rajapaksa construyeron sus imperios políticos sobre la base de las historias de liderazgo de sus familias en tiempos de guerra, sin nada más que respaldara su legitimidad como líderes políticos actuales.
Puede que Hasina no haya reconocido los paralelos con Sri Lanka ni haya previsto las consecuencias de su gobierno autoritario, pero aún podemos extraer lecciones de las consecuencias de Aragalaya para garantizar la reforma democrática en Bangladesh.
Las protestas antigubernamentales comenzaron en Sri Lanka en marzo de 2022, provocadas por una grave crisis económica. Los ciudadanos se enfrentaron a cortes de energía y escasez de combustible, alimentos y medicinas, mientras el costo de la vida aumentaba. Este levantamiento, conocido como “Aragalaya” o “Lucha del Pueblo”, derivada de la palabra cingalesa, puso de relieve el descontento popular.
La exigencia de los manifestantes de Sri Lanka era simple: querían la dimisión del presidente Gotabaya Rajapaksa y de la familia Rajapaksa. En el punto álgido de las protestas, estas demandas fueron atendidas y parecía que el cambio político era inminente en Sri Lanka. Sin embargo, lo que le faltaba a Aragalaya era un plan de reforma adecuado a largo plazo.
Con la corrupción profundamente arraigada en el panorama político, Ranil Wickremesinghe fue elegido presidente en lugar de Rajapaksa. Su principal objetivo era destruir el movimiento, lo que logró mediante nuevas operaciones policiales y campañas de propaganda que desacreditaron a los manifestantes. Lo que comenzó como un movimiento que unió a la nación poco a poco comenzó a estabilizarse cuando los manifestantes se vieron obligados a reanudar sus vidas normales.
Con el pretexto de restablecer la normalidad, Wickremesinghe comenzó a aliviar las tensiones económicas y dos años más tarde el país parece estar recuperándose económicamente de manera lenta pero constante. Pero no se prestó atención a las preocupaciones democráticas ni al restablecimiento de la confianza entre los ciudadanos y los líderes gubernamentales.
en uno Artículo de noticias de la BBCLa abogada de derechos humanos Swasthika Arulingam describió el movimiento como desorganizado. Señaló que “no hemos logrado los objetivos a largo plazo de Aragalaya… [there has been] No hay cambios en el sistema político, no hay rendición de cuentas sobre la corrupción y los responsables de robar el dinero de la gente siguen en el poder”.
Y para colmo, la democracia en Sri Lanka sigue sufriendo duros golpes. Este año el gobierno aprobó Ley de seguridad en línea que regula estrictamente todo el contenido en línea. Para garantizar que los ciudadanos no puedan organizarse y formar una segunda Aragalaya, el gobierno sigue utilizando leyes represivas como esta. Ley de Prevención del Terrorismo (PTA) Disolver manifestaciones y arrestar a líderes de protesta.
En el momento crítico en el que Sri Lanka se ha desviado del rumbo, Bangladesh debe continuar sus esfuerzos por lograr reformas democráticas integrales.
Durante su mandato, Hasina eliminó sistemáticamente a sus rivales políticos y puso bajo su control todas las ramas del gobierno de Bangladesh. El desafío para los ciudadanos y el gobierno interino es combatir su influencia omnipresente, que sigue arraigada en el gobierno que dejó atrás. Sus aliados todavía ocupan varios cargos, lo que requiere una profunda reestructuración administrativa, un proceso que ya está en marcha. Sin esto, el Estado no podrá restablecer la confianza en futuros procesos electorales. El partido de oposición, el Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP), ya está convocando elecciones. Pero sin implementar reformas adecuadas, Bangladesh será agrupado con Sri Lanka en otro proceso electoral en esta etapa.
Igualmente importante es el establecimiento de un debido proceso para castigar los asesinatos indiscriminados por parte del Estado y la corrupción que se pasó por alto durante el gobierno de Hasina. Esta opinión es compartida tanto por el Jefe del Estado Mayor del Ejército, general Waker-uz-Zaman, como por los asesores del recién nombrado gobierno interino.
Lo que hace que la situación de Bangladesh sea única es la decisión del gobierno interino de incluir a dos coordinadores estudiantiles del movimiento estudiantil contra la discriminación. Esta inclusión garantiza que se destaquen las preocupaciones de la generación más joven, el grupo demográfico más grande del país. Sin embargo, se ha expresado preocupación pública por la falta de transparencia en los procesos de toma de decisiones entre los coordinadores estudiantiles y el resto de los asesores del gobierno interino. Estas cuestiones deberán abordarse en el futuro.
Si bien celebramos las nuevas libertades democráticas, no podemos pasar por alto la existencia de la Ley de Seguridad Cibernética (CSA) en Bangladesh, que guarda un gran parecido con la Ley de Seguridad en Línea de Sri Lanka. En un país democrático, la libertad de expresión no debería verse restringida por una legislación de este tipo.
El gobierno interino ha asegurado a sus ciudadanos que el respeto de los derechos humanos será su máxima prioridad. Sin embargo, debemos permanecer alerta y hacerla responsable cuando falle. Sólo a través de la transparencia gubernamental, la rendición de cuentas y la libertad de prensa podremos garantizar un futuro democrático para nuestro país.