En los últimos años, los movimientos políticos de partidos de oposición establecidos como el Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP) y Jamaat-e-Islami (JI) han perdido influencia en Bangladesh. Aunque estos partidos han afirmado durante mucho tiempo que están a favor de la democracia, han luchado por ganar terreno, particularmente entre la clase media y los jóvenes que están cada vez más desilusionados con la política tradicional.
A pesar de la severa represión durante la última década y media, el BNP y el JI no han logrado plantear un desafío serio a la Gobierno autoritario de la Liga Awami. La narrativa de desarrollo del gobierno oscureció la falta de respeto que sufrieron los ciudadanos de Bangladesh, particularmente aquellos alineados con grupos de oposición.
Curiosamente, el éxito buscado por el BNP y JI no fue el resultado de sus propios esfuerzos, sino de una fuente inesperada: un movimiento social liderado por estudiantes. El movimiento antidiscriminación estudiantil en julio-agosto de 2024 logró lo que estas fuerzas políticas establecidas no pudieron: expulsaron del poder a la Primera Ministra Sheikh Hasina y a la Liga Awami.
Uno de los aspectos más convincentes de este movimiento estudiantil fue su capacidad para salvar divisiones políticas e ideológicas y unir a personas de diferentes orígenes (izquierda, derecha o centro) en torno a una causa común. El lema «¿Quién eres? ¿Quién soy yo? ¡Razakar! ¡Razakar! ¿Quién dijo eso? ¿Quién dijo eso? ¡Dictador! ¡Dictador!” simbolizaba esta inclusión. (“Los Razakars” fueron colaboradores del ejército paquistaní durante la guerra de Bangladesh de 1971; el término se ha utilizado durante mucho tiempo de manera despectiva).
Este lema tiene varios niveles de significado. En primer lugar, desafiando la brecha entre Razakar y no RazakarDisipó las preocupaciones de los ciudadanos “apolíticos” que temían la exclusión si se unían al movimiento. En segundo lugar, creó un espacio seguro para las fuerzas políticas organizadas en oposición al gobierno y aseguró un importante apoyo moral y político entre amplios sectores de la población, una ventaja estratégica crucial. En tercer lugar, al tildar de dictador al jefe de gobierno, confirmó y reforzó las demandas de larga data de partidos como el BNP y el JI. De este modo, el movimiento estudiantil ofreció a los partidos de oposición una rara oportunidad de participar, aunque encubiertamente, en una campaña más amplia por la justicia y el cambio político. Sin embargo, su renuencia a salir completamente de las sombras reveló fallas más profundas en sus estrategias políticas.
A pesar de años de sufrimiento y el deseo de derrocar al régimen, el BNP y JI se mostraron reacios a unirse públicamente al movimiento. Su capacidad para actuar políticamente, debilitada durante mucho tiempo por su reputación de subversiva, no fue revivida por el lenguaje del movimiento estudiantil. Si bien el lema ayudó a los estudiantes a navegar la narrativa binaria, no brindó la misma protección a los partidos de oposición.
Esta situación pone de relieve una falla crucial en la estrategia política de Bangladesh. Si bien el movimiento de protesta estudiantil ofreció una rara oportunidad para una coalición amplia, los partidos de oposición como el BNP y JI estaban demasiado sumidos en sus fracasos anteriores como para aprovechar realmente esta oportunidad. Si hubieran logrado deshacerse del bagaje del pasado y participar abiertamente, podrían haber desempeñado un papel más importante.
Aún así, su participación encubierta fue significativa. A pesar de su impulso y apoyo público, el movimiento estudiantil contra la discriminación probablemente no habría tenido éxito sin las bases sentadas por la oposición durante su larga historia de opresión y sacrificio. La resistencia estudiantil al autoritarismo se fortaleció a partir de esta historia, mostrando que las bases sentadas por el BNP y JI fueron cruciales para la respuesta del movimiento al público.
El éxito del movimiento estudiantil no se debió sólo a sus consignas o su liderazgo, sino también a una reacción a la desilusión política que habían traído consigo años de gobierno autoritario. La verdadera pregunta es por qué los partidos políticos tradicionales no han podido lograrlo por sí mismos. La respuesta está en una crisis de confianza política. Como el BNP y el JI no habían logrado mantener una imagen política limpia en el pasado, no pudieron inspirar la confianza necesaria para la movilización masiva.
Este déficit de confianza se puso de relieve cuando el BNP boicoteó las elecciones amañadas de 2014 y 2024 y participó en las elecciones amañadas de 2018. En todos los casos, el público permaneció en gran medida indiferente a la supresión de votantes, incluso en medio de crisis como la inflación, la corrupción y el control autoritario. Pero cuando los estudiantes fueron asesinados o arrestados durante el movimiento contra la discriminación, el público respondió con profunda compasión. La principal diferencia fue la percepción de inocencia de los estudiantes, que eran vistos como actores apolíticos contra la injusticia, en contraste con el BNP o JI, cuyas acciones se vieron empañadas por años de maniobras políticas.
La decepción de la población con los partidos políticos establecidos es quizás la conclusión más importante del éxito del movimiento estudiantil. Muestra que los movimientos políticos en Bangladesh ya no pueden depender únicamente de una retórica democrática o antiautoritaria. Deben restablecer la confianza creando espacios políticos verdaderamente inclusivos, libres de los errores del pasado. El movimiento estudiantil tuvo éxito principalmente porque no estaba afectado por los errores del pasado y esa, más que cualquier lema, era su verdadera fuerza.
Tras la dimisión de Sheikh Hasina, los actores políticos de Bangladesh deben aprender de esto. El público está dispuesto a apoyar causas que parecen puras y justas, pero ese apoyo requiere una verdadera rendición de cuentas. El papel del BNP y JI en el movimiento fue crucial, pero su incapacidad para proporcionar liderazgo refleja una crisis más amplia de liderazgo político. El éxito del movimiento estudiantil no se basó en un nuevo lenguaje político sino en el hecho de que apelaba a un deseo colectivo de cambio que iba más allá de la política partidista tradicional.
A medida que Bangladesh avanza, la lección para todos los actores políticos es clara: el futuro de la movilización política dependerá de la confianza, la rendición de cuentas y la capacidad de construir movimientos genuinos e inclusivos que no estén agobiados por los errores del pasado. Si partidos como el BNP y JI no logran adaptarse, corren el riesgo de quedarse atrás por una población que anhela un nuevo liderazgo. La verdadera fuerza del movimiento estudiantil residía en su capacidad para inspirar esa confianza y proporcionar una hoja de ruta para el compromiso político futuro en una nación que anhela un cambio democrático real.