El anuncio de ayer de que Gibran Rakabuming Raka, el hijo mayor del presidente Joko «Jokowi» Widodo, será candidato a vicepresidente del líder del Partido del Movimiento de la Gran Indonesia (Gerindra), Prabowo Subianto, ha causado revuelo en Indonesia. Este importante paso plantea interrogantes sobre la democracia, la política dinástica y la representación juvenil en el panorama político del archipiélago.
Para el espectador, este paso revela una huella dinástica. La democracia de Indonesia, viva y vibrante desde la caída de Suharto en 1998, siempre ha oscilado entre un espíritu puramente democrático y el atractivo del poder centralizado. El propio Jokowi puede ser visto como un representante de la democracia de base. Su rápido viaje de empresario de muebles a alcalde de Surakarta, alcalde de la capital, Yakarta y, finalmente, a la presidencia subrayó la narrativa de que cualquiera puede aspirar al cargo más alto en Indonesia.
Sin embargo, con el ascenso de Gibran en los últimos años se ha producido un cambio sutil. Si bien el joven alcalde de Surakarta ciertamente tiene influencia política, el hecho de que sea hijo de un presidente en ejercicio ofrece ventajas que otros candidatos difícilmente pueden desafiar. Esto suena aún más cierto si tenemos en cuenta que Gibran cuenta con el apoyo de toda la fuerza de la Coalición Avanzada de Indonesia de Prabowo, incluidos los partidos liderados por la familia de Jokowi.
Este giro de los acontecimientos plantea otra pregunta. Con Gibran entrando en la campaña electoral el 14 de febrero, la imparcialidad y credibilidad percibidas del mandato de Jokowi como presidente serán objeto de un estrecho escrutinio. La santidad del proceso electoral en sí está potencialmente en riesgo, lo que lleva a reflexionar sobre la probabilidad de que Jokowi pueda utilizar el aparato estatal para mejorar las posibilidades electorales de su hijo.
La reciente decisión del Tribunal Constitucional de reducir el límite de edad para los candidatos presidenciales y vicepresidentes siempre que hayan sido elegidos para cargos regionales o locales -la decisión que allanó el camino para que Gibran, de 36 años, se postulara para vicepresidente- ha sido vista por muchos esto como un guiño a la población joven emergente de Indonesia. Para 2024, el 60 por ciento de los votantes serán Millennials y Generación Z, una cifra demasiado importante como para que los políticos la ignoren.
La demanda por este cambio fue presentada por el Partido Indonesio de Solidaridad, cuyo líder es ahora Kaesang Pangarep, el hermano menor de Gibran, aunque Kaesang no era el líder del partido en el momento en que se presentó la demanda. También cabe destacar que el juez que preside el Tribunal Constitucional, Anwar Usman, es cuñado de Jokowi. Dados estos vínculos familiares, las acusaciones de nepotismo y dinastías políticas eran inevitables. Por lo tanto, la candidatura de Gibran puede interpretarse como un intento de cerrar la brecha generacional y como una expresión de influencia familiar y política.
Históricamente, los movimientos juveniles en Indonesia han desempeñado un papel transformador. El Sumpah Pemuda (Compromiso de la Juventud) de 1928 no fue sólo una declaración sino una fuerza movilizadora contra el dominio colonial. Asimismo, el movimiento Reformasi que siguió al derrocamiento de Suharto en 1998 estuvo dominado por jóvenes y estudiantes activistas. Al comparar estos genuinos movimientos de base con el ascenso de Gibran, uno podría preguntarse si el espíritu de defensa de los jóvenes se ha mantenido constante. La representación de los jóvenes no debería tener un mero efecto de coartada; Para representar verdaderamente a la juventud, el candidato debe reflejar sus aspiraciones, desafíos y esperanzas más allá de la edad. Existe el riesgo de que el nombramiento de Gibran sea visto como una medida estratégica que utiliza su juventud para atraer a los votantes jóvenes, aunque no necesariamente refleja sus verdaderos objetivos.
Por esta razón, el fallo del Tribunal Constitucional, aunque aparentemente un guiño a la población joven de Indonesia, fue recibido con escepticismo, particularmente porque coincidió con rumores sobre la candidatura de Gibran. Tras esta decisión, el sentimiento negativo del público hacia Gibran refleja la percepción de manipulación de las disposiciones legales para satisfacer ambiciones políticas. Muchos han visto esto como un descuido o incluso una imprudencia por parte de Prabowo y su coalición. Es posible que hayan juzgado mal la reacción del electorado al priorizar las alianzas estratégicas sobre la opinión pública.
El amiguismo percibido, reforzado por la decisión del tribunal, aumentó la atención pública sobre la candidatura de Gibran. Para muchos, la medida parecía menos un intento genuino de cerrar la brecha generacional y más una medida estratégica para consolidar el poder.
Prabowo, un político veterano y ministro de Defensa, ha sido testigo de los altibajos de la política indonesia. A pesar de sus fallidas candidaturas a la vicepresidencia en 2009 y de las elecciones presidenciales de 2014 y 2019 contra Jokowi, la resistencia del ex general es innegable. Esta historia hace que su enfoque estratégico en Gibran, el hijo de su antiguo enemigo, sea aún más intrigante.
Al trabajar con Gibran, Prabowo puede querer combinar la decidida agenda política y económica de Gerindra con el nuevo atractivo del joven alcalde. La alianza señala algo más que simples maniobras políticas; Ilustra la dinámica fluida de la política indonesia, donde las rivalidades pasadas pueden dejarse de lado en aras de percibir ganancias futuras.
La decisión de Prabowo y su coalición de elevar a Gibran no es un mero producto de conveniencia política; es una apuesta cuidadosamente calculada. ¿Pero por qué Gibran? Superficialmente, la alianza busca aprovechar la impresionante red de Jokowi, una red de poder popular, capital y voluntarios. Sin embargo, el panorama político suele ser más complejo de lo que parece.
Aunque esta medida parece beneficiosa, corre el riesgo de resultar espectacularmente contraproducente. Una alianza con Gibran podría socavar el legado de Jokowi. El espectro inminente de la política dinástica, combinado con la descripción que hace Gibran del privilegio, podría enfadar a la clase media urbana y a las masas flotantes entre las que Jokowi sigue siendo popular. Este grupo demográfico, que alguna vez fue un bastión del apoyo de Jokowi, podría verse empujado hacia los dos rivales presidenciales de Prabowo, Anies Baswedan y Ganjar Pranowo.
Además, tal alineación podría disminuir las voces de los partidarios tradicionales de Jokowi y de los partidarios acérrimos de Prabowo. Una parte significativa de los leales a Prabowo en las elecciones de 2014 y 2019 y aquellos que se oponen a Jokowi pueden sentirse atraídos por Anies. Dado el posicionamiento constante de Anies como la antítesis de Jokowi y su enfoque en el cambio más que en la continuidad, podría atraer a estos votantes más que a Ganjar o Prabowo.
Las maniobras de Jokowi en este tablero político sugieren una motivación más profunda: el deseo de cimentar su legado. Sin embargo, ¿vale la pena el posible ostracismo dentro del gobernante Partido de Lucha Democrática de Indonesia (PDIP) para preservar el legado? En este complicado juego, Gibran es más que un peón o un caballo; Bien podría ser la torre proxy de Jokowi, estratégicamente situada para futuras finales.
Para Gibran también hay algo personal en juego. Tiene una fuerte voluntad de gobernar y conoce los riesgos políticos de las fusiones familiares. En el fondo, cobra gran importancia la experiencia de Agus Harimurti Yudhoyono (AHY), hijo del ex presidente Susilo Bambang Yudhoyono. En 2017, AHY se postuló para el puesto de gobernador de Yakarta, pero sus ambiciones se vieron frustradas, presumiblemente porque su padre ya no estaba al mando del poder.
Gibran ve un desarrollo similar en sí mismo; Si piensa en postularse para gobernador o vicepresidente después de que Jokowi termine su mandato, podría estar en desventaja sin la sombra protectora del tiempo de su padre en el cargo. Esta comprensión añade urgencia a sus esfuerzos políticos actuales. Una derrota ahora, mientras su padre todavía está en el poder, podría negarle a Gibran futuras oportunidades de ascender en la escala política. Es un acto de equilibrio en el que Gibran debe garantizar que sus ambiciones políticas se mantengan dentro de los límites de su credibilidad y la confianza de los votantes en él.
Sin embargo, la verdadera prueba para Gibran aún está por delante. Si bien disfruta del privilegio de la política dinástica, también será objeto de escrutinio. Como posible vicepresidente, Gibran debe demostrar que es más que un simple hijo de Jokowi. Aunque su mandato como alcalde de Surakarta fue relativamente corto, fue notable. Sin embargo, los desafíos a nivel nacional son más complejos. Desde la política exterior hasta las decisiones económicas, desde el manejo de las complejidades religiosas hasta la gestión de las diversas aspiraciones del archipiélago, el puesto requiere algo más que vigor juvenil. Requiere madurez, sabiduría y capacidad para superar las ventajas familiares.
En conclusión, la narrativa política que se desarrolla en Indonesia tras el ascenso de Gibran no se trata sólo de la candidatura; es un comentario sobre el estado de su democracia. La alianza de Jokowi y Prabowo para poner una cara más joven en el puesto de vicepresidente puede parecer progresista a primera vista. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, existe el riesgo de que se trate de una politización cínica de la juventud destinada a consolidar el poder y que no represente verdaderamente las aspiraciones de la juventud. Si tiene éxito, esta estrategia podría sentar un precedente preocupante para el futuro de la democracia indonesia, donde la edad se convierte en una fachada para los intereses políticos y la representación real pasa a un segundo plano.
En conclusión, Indonesia se encuentra en un punto en el que se cruzan los roles de la política dinástica, la representación juvenil y los ideales democráticos. Los votantes jóvenes desempeñarán un papel importante a la hora de determinar qué dirección tomará el país a continuación, ya que tienen la tarea de distinguir la representación real de la estrategia política. Es esencial para el futuro democrático de Indonesia que sus jóvenes estén auténticamente representados y no sean simplemente utilizados como peones en un juego político más amplio. El futuro de la nación depende de preservar la esencia de la democracia y de no permitir que los juegos de poder estratégicos y dinásticos la eclipsen.