El presidente de Turquía y líder del Partido Justicia y Desarrollo (AK), Recep Tayyip Erdogan, pronuncia un discurso el 18 de abril.
Adán Altan | AFP | imágenes falsas
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, declaró el martes un estado de emergencia de tres meses en diez provincias del país.
Turquía y la vecina Siria han sido sacudidas por dos terremotos consecutivos, los más fuertes en la región en casi un siglo, que han devastado vastas extensiones de tierra, llevándose consigo vidas y edificios.
Al momento de escribir este artículo, el número de muertos por los temblores supera los 5.000, y muchos siguen desaparecidos y gravemente heridos. Y poco después de que la catástrofe sísmica dejara a decenas de miles de personas sin hogar, se desató una brutal tormenta invernal que amenazó aún más vidas.
Los temblores, que ocurrieron con nueve horas de diferencia y midieron 7,8 y 7,5 respectivamente en la escala de Richter, destruyeron al menos 6.000 edificios, muchos de los cuales aún albergaban personas. Los esfuerzos de rescate continúan: el gobierno turco ha desplegado casi 15,000 trabajadores de búsqueda y rescate, y los países de todo el mundo han prometido ayuda, pero los trabajadores de rescate en ambos países dicen que están completamente abrumados.
Siria, ya paralizada por años de guerra y terrorismo, es la menos preparada para tal crisis. Miles de desplazados internos, que ya viven en condiciones terribles, como tiendas de campaña y chozas improvisadas, viven en las regiones afectadas con muy poca infraestructura de servicios de salud y de emergencia en la que confiar.
Mientras el polvo del desastre aún se está asentando, los analistas regionales se están enfocando en el impacto a largo plazo que podría tener en Turquía, un país cuyos 85 millones de habitantes ya estaban luchando económicamente, y cuyo ejército, economía y presidente están luchando mucho Impacto mucho más allá de sus límites.
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