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Japón está disfrutando del año más activo de su historia y ahora está preocupado por el exceso de turismo. No hay consenso sobre si la fijación de precios en dos niveles, con un precio para los visitantes extranjeros y otro más bajo para los locales, es deseable, discriminatorio o contraproducente. En lugar de escapar de todo, un país que alguna vez estuvo libre está optando por quedarse, manteniendo los viajes japoneses al extranjero en solo el 60 por ciento de los niveles anteriores a Covid.
Pero en algún lugar de todo esto, finalmente se reconoció la verdadera crisis –una de términos de intercambio negativos y vulnerabilidad monetaria–. Los preparativos para la reunión de política monetaria del Banco de Japón de esta semana fueron caóticos; pero el mensaje del banco central sobre el yen fue más claro y honesto de lo que había sido en mucho tiempo. A pesar de la evidencia del BoJ de un fortalecimiento del círculo virtuoso entre salarios y precios y su compromiso previo de actuar sólo cuando los datos lo justificaran, la decisión de elevar la tasa de interés clave al 0,25 por ciento era todo menos una conclusión inevitable.
Dos miembros del Comité de Política Monetaria no estuvieron de acuerdo y uno cuestionó directamente si los datos económicos ya respaldaban un aumento. Algunos analistas ya han sugerido que la medida del miércoles podría ser recordada como una de las más controvertidas del Banco de Japón en los últimos tiempos; El economista jefe de la UBS para Japón lo calificó de «muy decepcionante» y advirtió que exacerbaría aún más la ya precaria normalización de la economía japonesa.
Tanto las palomas como la gente del paso a paso tienen razón. ¿Por qué querrías enfriar algo que, en el mejor de los casos, está tibio? La economía parece decididamente débil medida por el PIB; los aumentos salariales no son ni generales ni lo suficientemente grandes como para generar entusiasmo; la inflación impulsada por la demanda obstinadamente no está en pleno apogeo; La producción industrial parece gravemente deprimida.
Y hay otros signos de fragilidad menos claramente cuantificables, en particular los fenómenos relacionados con el turismo mencionados anteriormente. En cuanto al colapso de los viajes japoneses al extranjero, muchos han señalado la debilidad del yen (la moneda principal más débil en 2024 y en su nivel más bajo en 37 años en junio) como la causa principal.
Bien quizás. Una moneda débil puede hacer que viajar al extranjero sea incómodo, pero eso no importaría tanto si los hogares japoneses se sintieran más atrapados en el círculo virtuoso que tanto le gusta proclamar al Banco de Japón. Si sintieran que los aumentos salariales de este año eran un presagio de aumentos salariales mucho mayores y que superarían la inflación el próximo año, tomarían con calma los problemas monetarios y se subirían a un avión. Sin embargo, eso no sucede porque la confianza sigue siendo difícil de alcanzar.
Asimismo, el debate sobre los precios de dos niveles pone de relieve otra cuestión pendiente. Puede que la batalla de décadas de Japón contra la deflación haya terminado, pero su poder de fijación de precios sobre bienes y servicios sigue siendo débil. Japón habla del aumento de los costes turísticos como un problema político porque todavía no está acostumbrado a reactivar la fijación de precios como una función natural del mercado y, por tanto, de la confianza.
Y por último, hablando del exceso de turismo: las quejas de los japoneses se deben en parte a la debilidad del yen. Es una lección de humildad escuchar a los visitantes de países más pequeños quejarse de lo barato que es todo. Pero también hay frustración por la economía: si los japoneses tuvieran el dinero y la seguridad para disfrutar de su propio país con tanta libertad como lo hacen los visitantes, la superpoblación sería menos dolorosa.
Independientemente de lo que diga el BoJ, los hogares japoneses saben que sus finanzas están expuestas a una inflación impulsada por los costos y no a la variedad impulsada por la demanda que crearía un verdadero círculo virtuoso y financiable. Ha quedado claro durante muchos meses que el culpable es el yen débil y que el impacto negativo en los términos de intercambio que causa es particularmente doloroso para un país que importa casi toda su energía, la mayor parte de sus alimentos y la mayoría de las materias primas, de las que depende su La industria manufacturera depende.
La debilidad del yen se debe a varios factores, pero el más fuerte con diferencia es la diferencia entre tasas de interés cercanas a cero en Japón y rendimientos mucho más altos en Estados Unidos.
Hasta ahora, el Banco de Japón ha postergado el ajuste de las tasas de interés para respaldar al yen, lo que ha obligado al Tesoro a ordenar una intervención directa en los mercados para provocar un cambio temporal de dirección. Esto se hizo con el credo de que los países desarrollados no influyen en su moneda a través de la política monetaria, sin importar cuán urgente sea la necesidad o cuán difíciles sean las circunstancias.
El lenguaje del banco central aún no está claro, pero lo que ocurrió el miércoles marca una clara ruptura con el pasado. Para bien o para mal, el Banco de Japón ha admitido tácitamente, en nombre de un país que atraviesa una crisis de términos comerciales, que la moneda lo es todo para esa economía. El mensaje es grande, la apuesta es aún mayor.
leo.lewis@ft.com