La OTAN, tradicionalmente vista como una alianza de seguridad transatlántica centrada en Europa y América del Norte, se enfrenta cada vez más a un mundo en el que los conflictos regionales tienen implicaciones globales, que requieren un papel más amplio y mayores responsabilidades. Un posible punto álgido en el que la OTAN podría desempeñar un papel sería una emergencia coreana: una crisis o conflicto en la península de Corea.
Históricamente, la OTAN ha sido una organización eurocéntrica. Fue fundada después de la Segunda Guerra Mundial para contrarrestar el expansionismo soviético durante la Guerra Fría. Sin embargo, el fin de la Guerra Fría y la aparición de nuevas amenazas a la seguridad obligaron a la OTAN a reconsiderar sus fronteras geográficas y operativas. Los ataques del 11 de septiembre marcaron un importante punto de inflexión cuando la OTAN aplicó el Artículo 5 por primera vez, demostrando su voluntad de abordar las amenazas fuera de Europa. Desde entonces, la OTAN ha participado en misiones en Afganistán, Irak y Libia, lo que refleja un cambio hacia un papel de seguridad más global.
Sin embargo, la Península de Corea presenta un conjunto único de desafíos. A diferencia de Medio Oriente o el Norte de África, donde ha intervenido la OTAN, Asia Oriental no es una región donde la alianza tenga una fuerte presencia histórica o asociaciones establecidas. La región está dominada por los intereses estratégicos de Estados Unidos, China y Rusia, siendo Corea del Sur y Japón aliados regionales clave de Estados Unidos. Por lo tanto, una posible participación de la OTAN en un caso coreano sería un alejamiento significativo de su enfoque tradicional.
El interés de la OTAN en la Península de Corea está impulsado principalmente por los intereses estratégicos más amplios de su principal miembro, Estados Unidos. Un conflicto en Corea podría tener consecuencias de largo alcance para la seguridad global, especialmente dadas las capacidades nucleares de Corea del Norte. Un colapso de la seguridad en la Península de Corea podría conducir a una carrera armamentista regional, desestabilizar los mercados globales y desencadenar una crisis humanitaria, todo lo cual afectaría a los estados miembros de la OTAN.
Además, la participación de la OTAN en el caso coreano podría verse como parte de un esfuerzo más amplio para mantener el orden internacional basado en reglas. Las repetidas violaciones de las normas internacionales por parte de Corea del Norte, incluido su programa de armas nucleares y abusos contra los derechos humanos, ponen en duda los principios que la OTAN busca defender. Al apoyar a sus estados miembros, particularmente a Estados Unidos, en el caso coreano, la OTAN podría subrayar su compromiso con estas normas globales.
Aunque la OTAN tiene una importante capacidad militar, su capacidad para proyectar poder en el este de Asia es limitada. Las estructuras de mando, la logística y las fuerzas de la alianza se centran principalmente en Europa y el Atlántico Norte. Cualquier participación significativa de la OTAN en caso de un conflicto coreano requeriría un apoyo logístico significativo, demostraciones generalizadas de fuerza y coordinación de fuerzas a largas distancias. Esto podría abrumar los recursos de la OTAN y distraerla de su misión principal de defender a Europa.
Además, el proceso de toma de decisiones de la OTAN podría complicar su participación en una crisis coreana. La OTAN opera sobre una base de consenso, lo que significa que todos los estados miembros deben aceptar cualquier acción militar significativa. En caso de un conflicto coreano, esto podría resultar problemático. Algunos miembros europeos pueden ser cautelosos a la hora de involucrarse en un conflicto lejos de sus fronteras, especialmente si lo ven como una cuestión principalmente estadounidense. Esto podría provocar retrasos o incluso una falta de unidad dentro de la alianza.
El entorno geopolítico en el este de Asia plantea desafíos adicionales para la OTAN. La región se caracteriza por una intensa rivalidad entre las principales potencias, particularmente Estados Unidos y China. La proximidad de China a Corea y su interés estratégico en mantener un estado tapón en Corea del Norte significa que cualquier participación de la OTAN podría aumentar las tensiones con Beijing. China probablemente consideraría la presencia de la OTAN en la región como una expansión no deseada de la influencia occidental y una amenaza a su propia seguridad.
Además, Rusia, otro actor importante en la región, también podría reaccionar negativamente a la implicación de la OTAN en el este de Asia. Aunque la relación de Rusia con Corea del Norte es menos significativa que la de China, Moscú siempre se ha opuesto a la expansión de la OTAN y puede considerar que su participación en un conflicto coreano restringe aún más su esfera de influencia. La reciente firma por parte de Rusia de un tratado de seguridad con Corea del Norte aumenta el riesgo de un conflicto importante, ya que podría conducir a una confrontación más amplia entre la OTAN y Rusia.
A pesar de los importantes desafíos, la OTAN podría desempeñar múltiples funciones en caso de una emergencia coreana, que van desde el compromiso militar directo hasta el apoyo a operaciones que no sean de combate.
Una posibilidad es que la OTAN brinde apoyo militar directo a las fuerzas estadounidenses y surcoreanas. Este apoyo podría incluir el despliegue de fuerzas aéreas y navales, el fortalecimiento de los sistemas de defensa antimisiles y el intercambio de información de inteligencia. Sin embargo, tal enfoque requeriría un compromiso significativo de recursos por parte de la OTAN y corre el riesgo de una mayor escalada del conflicto, lo que podría involucrar a la Alianza en un compromiso prolongado y complejo.
Alternativamente, la OTAN podría centrarse en tareas no relacionadas con el combate, como proporcionar asistencia humanitaria, socorro en casos de desastre y apoyo logístico. Con este enfoque, la OTAN podría contribuir a los esfuerzos de estabilización regional sin involucrarse directamente en operaciones militares. Al proporcionar asistencia crítica y apoyo a la infraestructura, la OTAN podría ayudar a mitigar el impacto humanitario de un conflicto manteniendo al mismo tiempo una presencia más moderada y solidaria en la región.
La OTAN también podría desempeñar un papel importante en los esfuerzos diplomáticos y políticos para resolver el conflicto. Al utilizar su influencia, la OTAN podría ayudar a construir coaliciones internacionales destinadas a presionar a Corea del Norte a través de canales diplomáticos y sanciones. Esto sería coherente con el objetivo general de la OTAN de mantener un orden internacional basado en reglas, fortalecer las normas globales y apoyar la resolución pacífica de conflictos.
Dado el creciente enfoque de la OTAN en la ciberdefensa, la alianza también podría ayudar a contrarrestar las capacidades cibernéticas y las campañas de desinformación de Corea del Norte. Al proteger la infraestructura crítica en la región y más allá, la OTAN podría ayudar a prevenir ciberataques desestabilizadores y frenar la influencia de la propaganda norcoreana. Esto significa que podría desempeñar un papel decisivo en la guerra de información.
La participación de la OTAN en el caso de Corea representaría un cambio significativo en el papel y la responsabilidad de la alianza. Si bien la OTAN es capaz de contribuir a la seguridad de la Península de Corea, su despliegue plantearía desafíos y riesgos importantes. Las complejidades geopolíticas del este de Asia y la orientación eurocéntrica de la OTAN hacen que ésta sea una tarea delicada y potencialmente peligrosa. Sin embargo, a medida que la seguridad global se vuelve cada vez más interconectada, la OTAN puede encontrarse con que no tiene otra opción que participar en tales operaciones, incluso en regiones alejadas de su tradicional esfera de influencia. La clave será que la OTAN considere cuidadosamente sus intereses estratégicos, capacidades y riesgos asociados y garantice que cualquier despliegue en el caso coreano promueva la estabilidad global sin abrumar los recursos de la Alianza ni provocar conflictos más amplios.