El caso de Dil Mohammed, un destacado hablante rohingya actualmente detenido por las autoridades de Bangladesh, ha llegado ahora al Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre la Detención Arbitraria (WGAD). Este hecho coloca el tratamiento de los refugiados rohingya en Bangladesh bajo escrutinio internacional y plantea preguntas urgentes sobre las condiciones legales y humanitarias de su detención.
Desde su arresto en enero de 2023, Mohammed ha sido sometido a prolongados períodos de aislamiento, comunicación limitada con su familia e interrogatorios sin representación legal, condiciones que constituyen violaciones de varias convenciones internacionales, incluida la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Convención contra Tortura.
El caso de Mohammed debe verse en el contexto de las luchas más amplias de los refugiados rohingya y las complejas dinámicas regionales que exacerban su difícil situación. La denuncia del WGAD sostiene que la detención de Mohammed no sólo fue arbitraria, sino que también reflejaba problemas sistémicos en el trato a las personas desplazadas dentro de la jurisdicción de Bangladesh, particularmente en la «Tierra de Nadie». Bangladesh pronto enfrentará estas acusaciones en las Naciones Unidas y lidiará con el delicado equilibrio entre las operaciones de seguridad y el respeto de los derechos humanos.
El viaje de Dil Mohammed Como refugiado rohingya y su posterior papel como portavoz de las comunidades desplazadas, se encontró en el punto de mira de un sistema brutal que ahora está bajo escrutinio internacional. Después de huir de la campaña genocida de Myanmar contra los rohingya en 2017, Mohammed y su familia buscaron refugio en la zona de amortiguamiento entre Bangladesh y Myanmar, conocida como tierra de nadie, donde miles de refugiados rohingya vivían en condiciones frágiles e inseguras. Pero en lugar de encontrar seguridad, experimentaron violencia recurrente, abandono y ahora encarcelamiento.
El arresto de Mohammed en enero de 2023 se produjo en circunstancias extremadamente preocupantes. El 18 de enero, durante el ataque a Tierra de Nadie, intercambié mensajes de WhatsApp con él. Con voz abatida, describió el caos: “El infame RAB de Bangladesh [Rapid Action Battalion]con la organización de solidaridad Rohingya [RSO]Nos han estado atacando desde las 6 a.m. Todo el campamento está destruido. Buscamos refugio en Myanmar. Ahora hay disparos de BGP. [Myanmar’s Border Guard Police].”
A pesar de la crisis que se estaba desarrollando, logramos algunas conversaciones más antes de que su línea fuera abruptamente cortada al día siguiente, y ha estado en silencio desde entonces.
Según los informes, al día siguiente, la RSO invitó a Mohammed a una reunión para discutir la seguridad del campo. Sin embargo, al llegar fue detenido, esposado y con los ojos vendados. Fue entregado a las autoridades de Bangladesh y desapareció en un período oscuro y tortuoso de cuatro meses de confinamiento solitario. Este proceso, llevado a cabo sin informar a su familia ni brindarle acceso a representación legal, constituye secuestro según los estándares internacionales.
Lo que ocurrió después parece un catálogo de violaciones del derecho internacional. La detención de Mohammed incluyó interrogatorios forzados, inmovilización física y abuso psicológico sostenido, ya que enfrentaba amenazas a la seguridad de su familia si no cumplía. Estas condiciones han dejado a Mohammed físicamente debilitado y mentalmente agotado, lo que demuestra un inquietante desprecio por sus derechos como ser humano, y mucho menos como refugiado vulnerable. Durante los primeros cuatro meses de su detención, su familia no tenía idea de si estaba vivo o muerto, un período de temor que muchos expertos en derechos humanos describen como una desaparición forzada.
La presentación del WGAD afirma que Mohammed no fue informado de los cargos ni recibió una defensa adecuada en el momento de su arresto. Tales fallas no son sólo errores de procedimiento, sino violaciones de varias leyes internacionales de derechos humanos, incluida la Convención Contra la Tortura y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Las Reglas Mandela de las Naciones Unidas, que establecen estándares para el trato justo y humano de los prisioneros, prohíben el aislamiento prolongado y enfatizan el derecho a la representación legal. Sin embargo, Bangladesh parece haber hecho caso omiso de estas reglas en el caso Mohammed y mantuvo un régimen de detención que cumple con la definición de “arbitrario” del WGAD.
Bangladesh está ahora bajo el microscopio. La revisión del WGAD exige que el gobierno explique el trato que dio a Mahoma. El incumplimiento puede resultar en recomendaciones de liberación y condena internacional. Pero no se trata sólo de un solo hombre encarcelado. La situación de Dil Mohammed es emblemática de cómo las políticas de seguridad de Bangladesh impactan las vidas de los refugiados rohingya vulnerables. No se pueden ignorar las implicaciones más amplias. Aunque Bangladesh enfrenta preocupaciones reales de seguridad en sus fronteras, ha utilizado cada vez más estas preocupaciones como justificación para medidas duras que corren el riesgo de socavar la protección humanitaria a la que tienen derecho los refugiados.
Sin embargo, hay margen para el optimismo. Un nuevo gobierno en Bangladesh asumió el cargo e incluso nombró a un asesor sobre la crisis rohingya, una posición equivalente a un cargo en el gabinete. Esto indica que los niveles más altos de gobierno son conscientes de la necesidad de un mayor compromiso estratégico con la cuestión rohingya. Además, los cambios en la cúpula de algunos servicios de seguridad implicados en la detención y los malos tratos de Dil Mohammed podrían allanar el camino para una reevaluación justa de su caso. Estos acontecimientos brindan una oportunidad para que Bangladesh comience un nuevo capítulo y demuestre su compromiso con la justicia y los derechos humanos poniendo fin rápida y justamente a este capítulo preocupante.
Los defensores internacionales sostienen que Bangladesh debe afrontar el hecho de que la seguridad puede ir de la mano de la protección de los derechos humanos. Al continuar por este camino de detenciones descaradamente arbitrarias, el nuevo gobierno de Bangladesh corre el riesgo de dañar su posición en la comunidad global y alienar aún más a socios críticos para abordar la crisis rohingya. Mientras el WGAD prepara sus conclusiones, el caso de Dil Mohammed es un crudo recordatorio del costo de hacer la vista gorda ante el sufrimiento humano y del deber de la comunidad internacional de responsabilizar a quienes lo hacen.