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Roula Khalaf, editora del FT, recoge sus historias favoritas en este boletín semanal.
Cuando Xi Jinping visitó Europa por última vez en 2019, lanzó una ofensiva de encanto que estuvo a la altura de sus elevadas ambiciones. Aún creyendo que podía someter a Occidente a la voluntad de China, el presidente chino vino a las capitales de Europa para demostrar que la supremacía de Beijing conduciría a una prosperidad compartida. Firmó acuerdos comerciales en París, celebró la participación de Roma en la Iniciativa de la Franja y la Ruta e hizo audaces promesas de cooperación económica a Atenas.
La gira europea de Xi esta semana se desarrolló en circunstancias completamente diferentes. En su ausencia de cinco años del continente, el crecimiento económico de China se ha desacelerado y Beijing ha provocado la ira de Occidente al apoyar tácitamente a Rusia en su guerra en Ucrania. Si bien el líder chino podría haber visto el viaje como una oportunidad para acercarse a Europa, en cambio optó por sembrar divisiones.
Considere su itinerario. Las reuniones con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente Emmanuel Macron en Francia recordaron la anterior ofensiva de encanto de Beijing, con pequeñas concesiones ante la amenaza de aranceles chinos sobre el coñac francés. Pero gran parte del viaje de Xi lo dedicó a abrazar a los aliados chinos que son miembros problemáticos de la familia europea.
La visita a Belgrado para conmemorar el 25º aniversario del bombardeo de la embajada china por parte de la OTAN le dio a Xi la oportunidad de criticar la alianza atlántica y expresar su apoyo al reclamo de Serbia sobre Kosovo, que no pertenece a la UE. Y su visita de dos días a la Hungría de Viktor Orbán demostró que las relaciones de China con el miembro más controvertido de la UE se están profundizando.
Las ambiciones del presidente chino eran más claras que en 2019: mantener el mercado europeo abierto a los productos chinos y evitar que la UE siga el camino estadounidense. Beijing teme los aranceles de la UE dada su capacidad para exportar grandes cantidades de vehículos eléctricos baratos y tecnologías verdes, ayudada por lo que Bruselas llama subsidios gubernamentales injustos. Después de que el viaje del canciller alemán Olaf Scholz a Beijing el mes pasado puso de relieve la dependencia de China de la economía alemana en dificultades, Xi pareció creer que podía evitar el riesgo de barreras arancelarias explotando las fallas de Europa.
Pero su confianza subestima hasta qué punto la mayoría de los países de la UE ven ahora a China como una amenaza a la seguridad, exacerbada por sus crecientes vínculos con Rusia, y una amenaza económica, dado su potencial para socavar la producción europea, especialmente a medida que la economía se recupera de la crisis. pandemia y aumento de los precios de la energía. Los recientes casos de presunto espionaje chino no han dañado la imagen de Beijing. Y el acercamiento con los fuertes líderes de Hungría y Serbia puede haber hecho poco para disipar las preocupaciones en capitales clave de la UE sobre la visión autoritaria del mundo del líder chino.
Lo más sorprendente de la visita de Xi es que parece no haber hecho concesiones sobre las preocupaciones comerciales de la UE: sobre el exceso de capacidad de China en vehículos eléctricos y tecnología verde, los subsidios industriales y el acceso al mercado. Tampoco parece haber dado garantías de que China restringirá el flujo de artículos de doble uso que apoyan su esfuerzo bélico hacia Rusia.
Sin embargo, con la desaceleración de la demanda interna y el mercado estadounidense esencialmente cerrado a los vehículos eléctricos chinos, Europa sigue siendo el mayor mercado restante para Beijing y una victoria clave para Xi. La UE también utiliza herramientas como su Reglamento sobre Subvenciones Extranjeras –que permite a Bruselas excluir a las empresas subvencionadas por gobiernos extranjeros de licitaciones públicas, fusiones y adquisiciones– que le otorgan una influencia real. Si Europa quiere avanzar con Beijing en sus objetivos económicos y de política exterior, debe demostrar mayor unidad y determinación y, siguiendo el ejemplo del líder chino, estar preparada para utilizar tácticas más duras.