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El autor es ex vicepresidente senior del Banco Mundial.
Cuando el Titanic zarpó en 1912, se consideraba insumergible porque el casco estaba formado por 16 compartimentos estancos. Según los informes, si hasta cuatro de estos compartimentos resultaran dañados, el barco seguiría a flote. Un supuesto similar subyace a la arquitectura financiera internacional actual frente a una policrisis: rápido cambio climático, dislocaciones financieras, la pandemia sanitaria, peligros geopolíticos, la próxima generación de inteligencia artificial y escasez global de agua y alimentos.
Los dirigentes internacionales parecen creer que el sistema todavía queda en el limbo cuando dos o más crisis estallan simultáneamente. Esta suposición es obviamente errónea. La interacción de la crisis climática con la fragilidad financiera por sí sola encierra peligros potencialmente insuperables si no se toman medidas inmediatas.
La deuda mundial ha alcanzado niveles sin precedentes, poniendo a prueba un sistema que aún se tambalea por la pandemia. Después de la crisis financiera de 2008, surgió un sistema bancario en la sombra de “intermediarios financieros no bancarios”, que ahora domina aproximadamente la mitad del financiamiento mundial. El financiamiento no regulado atribuible a las IFNB es de aproximadamente 240 billones de dólares.
Mientras tanto, el FMI y el Banco Mundial luchan por su capacidad para abordar simultáneamente las privaciones relacionadas con la pandemia y las crecientes necesidades impulsadas por el cambio climático. Otros riesgos, como la guerra de Rusia en Ucrania, ejercen una presión adicional sobre el sistema. En este contexto, una crisis climática peor de lo previsto podría poner de rodillas al sistema financiero mundial.
Los 16 puntos de inflexión climáticos identificados por un grupo de investigadores en un artículo de Science son desencadenantes de un posible colapso en los mercados financieros globales fuertemente endeudados. Los mercados, incluidos los reguladores y los bancos centrales, no han logrado integrar los riesgos físicos, de transición y de responsabilidad del cambio climático en datos de mercado observables.
Tomemos un ejemplo: imaginemos que cinco de las mayores compañías de seguros contra daños a la propiedad y las tres mayores reaseguradoras quebraran debido al derretimiento de la capa de hielo y al colapso del permafrost, antes improbables, lo que provocaría inundaciones. Las compañías de seguros enfrentarían demandas sin precedentes y una cartera de inversiones agotada, erosionando su base de capital.
Además, los efectos del cambio climático en la escasez de alimentos y las interrupciones de la cadena de suministro harían que el sistema fuera aún más frágil. El nivel de precios aumentaría debido a una inyección masiva de liquidez en el sistema financiero global como resultado de contramedidas como los rescates de los bancos centrales. Los bancos tocarían a las puertas de los bancos centrales para evitar el impacto de los impagos de las compañías de seguros.
Al tomar medidas globales ahora, debemos ser conscientes de que la crisis que antes parecía tan lejana en el futuro ha llegado. Su reversión depende de esfuerzos integrales para descarbonizar la economía.
Esto compromete al G20, un grupo que representa el 80 por ciento del producto interno bruto mundial, a tomar la iniciativa para abordar la fragilidad inherente de la arquitectura actual. Los miembros deben actuar rápidamente para regular cuestiones importantes relacionadas con la creciente amenaza climática, incluido el cobro de comisiones de capital a los bancos por actividades intensivas en carbono.
Además, el G20 debería fijar un precio del carbono lo suficientemente alto como para hacer que el uso de combustibles fósiles sea más costoso en comparación con las fuentes de energía limpia, y también ordenar a los gobiernos que inviertan los más de 5 billones de dólares al año que gastan colectivamente para proporcionar subsidios a los combustibles fósiles para volver a distribuir. Estas medidas ayudarían a reducir los niveles de CO₂ atmosférico a 350 partes por millón, lo que los científicos consideran un umbral sostenible.
Además, los reguladores y los bancos centrales deben integrar los riesgos de responsabilidad derivados del cambio climático en los datos del mercado. Esto significa que los mercados financieros necesitarían garantizar costos de capital más bajos para los valores que solo están expuestos a un riesgo bajo de cambio climático o prometen una promesa fuerte sobre el cambio climático.
Los daños climáticos globales provocan pérdidas impagas de miles de millones y sacuden un sistema inestable. Para abordar este desafío, la presidencia de la COP28 debería establecer un fondo de ajuste de 100 mil millones de dólares entre los países de la OPEP. Los ingresos aliviarían las necesidades inmediatas de los países más vulnerables.
Si los mercados tuvieran una función pública y no sólo privada, no habría necesidad de una intervención proactiva a escala global. Pero la confianza en los mercados condujo a la crisis financiera mundial en 2008. Eso puede parecer pequeño en comparación con los peligros financieros que podría traer el caos climático.
Cuando los buzos llegaron a los restos del Titanic en el fondo del mar, encontraron el barco con el casco casi intacto. Los daños en una zona provocaron el hundimiento del barco. Para evitar un destino similar, el G20 debe utilizar su plataforma única para actuar ahora.