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Roula Khalaf, editora del FT, recoge sus historias favoritas en este boletín semanal.
El autor es profesor de gobierno en la Universidad de Georgetown y coautor de “Underground Empire”.
Los mercados son ahora campos de batalla y la UE está luchando para protegerse. Desde revisiones de inversiones hasta controles de exportaciones, Bruselas está trabajando arduamente para construir un aparato de seguridad económica. Pero sería un error que Europa centrara su defensa principalmente en China. Dado que es casi seguro que Donald Trump será nominado como candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, la UE debe redoblar rápidamente sus esfuerzos o correr el riesgo de quedar completamente expuesta.
Difícilmente se puede subestimar el alcance de la transformación necesaria. La UE se fundó sobre la idea de que la apertura y el comercio eran canales para la paz y la prosperidad, no vectores de vulnerabilidad. Sorprendentemente, Europa ya ha comenzado a prepararse para estos riesgos inesperados y ha publicado una agenda de seguridad económica respaldada por una serie de propuestas de políticas.
Pero desentrañar a los burócratas muestra que en gran medida se están defendiendo de la amenaza china, aunque esto no siempre sea explícito. Las preocupaciones que plantean (incluido el control de inversiones, el espionaje industrial y la tecnología de doble uso) tienen sus raíces en la forma en que Beijing ha comenzado a presionar a la UE. Lituania sufrió duras sanciones informales cuando mejoró el título de la delegación taiwanesa, mientras que China supuestamente amenazó con represalias contra las empresas alemanas si el gobierno alemán no aceptaba un acuerdo de inversión en la ciudad portuaria de Hamburgo.
China es una gran amenaza, pero la UE no hablará del elefante aún más grande en la sala: una futura administración Trump. Esto es sorprendente, ya que fue la agresiva reimposición de las sanciones a Irán por parte de Trump lo que despertó por primera vez a la UE de su letargo geopolítico en 2018. Al darse cuenta de que era impotente ante las medidas estadounidenses contra sus sectores petrolero, gasístico y financiero, el bloque comenzó a considerar seriamente la coerción económica.
Una segunda administración Trump sería mucho peor. Cuando se le preguntó sobre las mayores amenazas económicas, Trump describió a la UE como un “enemigo”. Su principal promesa de campaña es introducir un arancel fijo del 10 por ciento. Incluso si no toma medidas directas contra Europa, sin duda intensificará el conflicto con China. Y a diferencia del equipo de Biden, que ha tratado de trabajar con aliados europeos para minimizar los daños colaterales, Trump probablemente utilizaría sanciones, coerción financiera y control de tecnologías clave para obligar a la economía europea a ceder.
La UE debe aceptar que la coerción económica proviene no sólo del Este sino también del Oeste. Y la preparación no puede esperar hasta enero de 2025. Ahora debe reflexionar sobre sus vulnerabilidades frente a Estados Unidos y trabajar para minimizar los cuellos de botella en la relación.
En primer lugar, la UE necesita invertir en experiencia significativa, particularmente en el área de restricciones y sanciones económicas. En un solo fin de semana de 2022, el Banco Central Europeo, en coordinación con el Tesoro estadounidense, pudo congelar 300.000 millones de euros en reservas rusas. A Europa no le falta fundamentalmente poder económico. Lo que le falta es la experiencia y la autoridad para enfrentarse solo a Estados Unidos.
Con sólo unas pocas docenas de objetivos de sanciones en todo el continente, los estados miembros europeos dependen del Departamento del Tesoro de Estados Unidos para que les proporcione la información que necesitan para atacar sus propios ataques económicos. Y la determinación de Estados Unidos ayudó a Europa a superar un proceso político interno plagado de vetos. Lamentablemente, la agenda europea de seguridad económica aún no contiene ninguna información sobre sanciones. Trump explotará estas debilidades y las divisiones políticas que socavan los esfuerzos europeos para abordarlas.
Si Europa quiere hacer frente a un tirano, también debe estar preparada para actuar. Los funcionarios de Bruselas esperan públicamente que nunca se vean obligados a utilizar su herramienta anticoerción teóricamente efectiva, que convierte el acceso al mercado único y a la unión aduanera en un elemento disuasorio. Pero estas esperanzas socavan la credibilidad del instrumento.
Si la UE no está dispuesta a utilizar un arma, a nadie le importará que exista sobre el papel. Así como Estados Unidos persiguió a los principales bancos europeos por violaciones de sanciones en la década de 2010, la UE debería empezar a pensar en casos de prueba que pudieran indicar su fortaleza y determinación. Convertir la defensa en ofensiva haría retroceder no sólo a Trump sino también a una China cada vez más beligerante. También sería una advertencia para cualquier futura administración estadounidense que quiera volver sus armas económicas contra Europa.
Europa ha demostrado ser más flexible de lo que la mayoría de los críticos hubieran esperado, aceptando que los mercados globales traen tanto vulnerabilidades como prosperidad. Pero debe centrarse no sólo en el desafío, sino también en los posibles rivales. Ignorar el peligro de que Estados Unidos vuelva a vencer podría en realidad provocarle a Europa un invierno muy duro.