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Roula Khalaf, editora del FT, recoge sus historias favoritas en este boletín semanal.
Viajar al extranjero a menudo puede desencadenar ataques de “e-envidia”, o envidia de la facilidad de vida digital en otros lugares. Ya sea la posibilidad de presentar un formulario de impuestos con un solo clic o renovar un pasaporte desde un teléfono inteligente, los líderes empresariales y los turistas están entendiendo cómo su gobierno podría exigir menos tiempo en casa. Sin embargo, la enorme presión sobre el sector público no proviene únicamente de ciudadanos descontentos. Con una deuda cada vez mayor y demandas cada vez mayores sobre el gasto público, los gobiernos de todo el mundo tienen que descubrir cómo hacer más con menos.
El sector público ya desempeña un papel destacado en las economías avanzadas. Emplea aproximadamente a uno de cada cinco trabajadores, mientras que el gasto público promedia el 40 por ciento del producto interno bruto. Esto tiene un impacto significativo en la productividad nacional. El envejecimiento de la población, el cambio climático y los desafíos a la seguridad nacional ahora imponen cargas adicionales al Estado. De hecho, con presupuestos ajustados y crecientes pagos de intereses de la deuda, ahora es aún más importante que las decisiones tributarias y de gasto no sean un desperdicio y que los gobiernos encuentren maneras de volverse más productivos.
Definir lo que significa productividad en el sector público es parte del desafío. Esto a menudo se equipara con recortar puestos de trabajo o transferir recursos de departamentos de menor prioridad. Sin embargo, esto tiene un precio: infraestructura ruinosa, listas de espera más largas en el sistema sanitario y errores administrativos. En cambio, los gobiernos deben trabajar de manera más inteligente, tanto para identificar y eliminar los desechos como para extraer más –y de mayor calidad– de sus recursos existentes. Por ejemplo, una investigación de McKinsey estima que las mejoras operativas podrían ahorrarle al gobierno de Estados Unidos 750 mil millones de dólares al año sin afectar la eficacia de los servicios.
El uso de la tecnología –por ejemplo, digitalizando el papeleo, utilizando datos para generar ideas sobre políticas y automatizando tareas– ofrece la mayor promesa de aumentos a largo plazo en eficiencia y calidad. Muchas naciones ya han logrado avances en la gobernanza electrónica, encabezadas por Escandinavia, según una clasificación de la ONU. El sistema e-Tax de Estonia envía formularios de impuestos precargados para su revisión y envío en cuestión de minutos. En Singapur, registrar una empresa en línea puede llevar tan solo 15 minutos. De hecho, la gobernanza digital puede optimizar las necesidades de personal, hacer que los procesos de cumplimiento sean más fluidos y aumentar la productividad del sector privado: las pequeñas empresas pueden perder algunas semanas de trabajo al año debido a las regulaciones.
La gran cantidad de datos recopilados por los gobiernos también se pueden limpiar y analizar para descubrir ineficiencias, mejorar los servicios e incluso aumentar los ingresos, particularmente con la ayuda de la inteligencia artificial. El Servicio de Impuestos Internos de EE. UU., por ejemplo, anunció recientemente planes para utilizar la IA para recaudar impuestos no pagados. En el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, la generación automática de formularios de pacientes engorrosos podría liberar tiempo para enfermeras y médicos, mientras que el aprendizaje automático también podría ayudar a los hospitales a gestionar mejor su capacidad.
Es una obviedad reemplazar la tecnología obsoleta -en particular las máquinas de fax, que, sorprendentemente, todavía son utilizadas por algunos gobiernos- con las mejores prácticas existentes. La introducción de equipos más nuevos puede resultar costosa desde el principio, pero puede proporcionar eficiencias significativas a largo plazo. También se pueden lograr mejoras operativas más amplias mediante un mejor desarrollo y contratación de talentos, fortaleciendo las asociaciones con el sector privado y fomentando la innovación y la experimentación.
No es fácil rediseñar enormes máquinas burocráticas sobre la marcha. Los gobiernos deben equilibrar un uso más eficaz de la tecnología y los datos con las preocupaciones sobre la privacidad, los riesgos de ciberseguridad y la regulación. También puede haber una falta de habilidades para gestionar la transformación. Estos desafíos deben superarse. El costo de no hacer esto significa una presión cada vez mayor sobre los servicios públicos y una presión continua para aumentar los impuestos. Mientras tanto, los viajeros celosos pueden al menos ayudar a impulsar a los gobiernos a tomar medidas.