En el momento del golpe militar del 1 de febrero de 2021, yo era profesor en una universidad de Myanmar y estaba intensamente involucrado en mis proyectos académicos y de investigación. Sin embargo, la toma del poder militar marcó el comienzo de un período de malestar sin precedentes que cambiaría drásticamente mi vida y la de muchas otras personas en el mundo académico. Desde entonces, como miembro de la comunidad de educación superior del país, he sido testigo de primera mano de la importancia de la democracia, no sólo como sistema político sino como base de la libertad intelectual y el progreso académico. Esta creencia me llevó a participar en el Movimiento de Desobediencia Civil (MDL). Entendí que una democracia próspera fomenta el pensamiento crítico, apoya perspectivas diversas y fomenta la innovación, todos elementos esenciales para una educación e investigación de calidad.
Mi decisión de unirme al MDL no fue fácil para mí. Conocía los riesgos que implicaba, pero mi esperanza en la democracia se basaba en la creencia de que era la mejor salvaguardia para la integridad académica y la búsqueda del conocimiento. A pesar de los desafíos y las posibles consecuencias, sigo fiel a este ideal, sabiendo que la verdadera educación sólo puede prosperar en un entorno de apertura, igualdad y libertad de expresión. Al participar en el MDL, luché no sólo por mi propio futuro, sino también por el futuro de la educación y la libertad intelectual en Myanmar.
Mi compromiso con estos principios me ha costado personalmente muy caro. Me despidieron meses después del golpe, junto con muchos otros profesores y conferenciantes que expresaron opiniones a favor de la democracia. El impacto fue inmediato y severo: mis proyectos de investigación se detuvieron repentinamente y mi carrera quedó en suspenso indefinidamente. Estas duras consecuencias, aunque devastadoras, sólo subrayaron la importancia de nuestra lucha y hasta qué punto el régimen militar estaba dispuesto a suprimir la libertad académica. Después de que me despidieran de mi trabajo en Myanmar, me mudé a Israel, donde ahora trabajo como investigador postdoctoral.
Antes del golpe militar, las condiciones políticas y educativas en Myanmar habían cambiado significativamente. Myanmar comenzó su transición democrática en 2011 y parte de este proceso ha consistido en un importante esfuerzo para modernizar y reformar el sector educativo. El gobierno implementó una serie de programas para elevar el nivel de la educación primaria y superior. Estos esfuerzos incluyeron brindar oportunidades adicionales de financiamiento de investigación, ampliar el acceso a la colaboración académica internacional y brindar una amplia gama de opciones para estudiantes y profesores.
Además, hubo otros dos cambios significativos: se actualizaron los planes de estudio obsoletos y las escuelas introdujeron cursos de actualización para los profesores recién contratados. Además, el gobierno avanzó en la creación de una atmósfera de aprendizaje inclusiva y abierta en la que se promovía el pensamiento crítico y la libertad de expresión. Estas reformas tenían como objetivo empoderar a la gente mediante la promoción de ideas democráticas y garantizar que la educación funcionara como un vehículo para el cambio social y político en lugar de simplemente elevar los estándares educativos.
Sin embargo, estos cambios fueron rápidamente revertidos por el golpe militar. Hubo caos en las universidades, se suspendieron numerosos programas educativos y las instalaciones de investigación sufrieron importantes perturbaciones. Como resultado, los proyectos de investigación se volvieron inciertos ya que las colaboraciones internacionales terminaron inesperadamente. Más de cinco millones de niños (más de la mitad de la población en edad escolar de Myanmar) abandonaron la escuela. Según un informe reciente de las Naciones Unidas, hasta el 90 por ciento de los estudiantes universitarios boicotearon las clases en protesta contra el régimen militar.
Además, la población de Myanmar está cada vez más desilusionada con el sistema educativo, que durante mucho tiempo ha estado sujeto a la influencia y el control de los militares. Esta influencia es anterior al golpe de 2021 y tiene sus raíces en las décadas de gobierno militar directo anteriores a 2011. Durante este período, la influencia de los militares impregnó no solo la educación, sino todas las áreas del gobierno y la sociedad. Incluso después de que Myanmar comenzara su transición a la democracia en 2011, que trajo algunas mejoras en el sistema educativo, los militares todavía mantenían un poder significativo. El actual golpe ha revertido efectivamente los avances logrados durante el breve período de gobierno civil y ha regresado a un sistema que muchos creen que perpetúa políticas represivas que obstaculizan el pensamiento y el aprendizaje críticos. Como resultado, muchas personas han dicho “ya basta” tanto al régimen militar como al sistema educativo bajo su control autoritario.
Una de las consecuencias más significativas de esta desilusión fue el éxodo de estudiantes del sistema educativo. Miles de estudiantes han abandonado la escuela y el país, junto con muchos investigadores y académicos brillantes. La pérdida de todos estos jóvenes y talentosos ha tenido un impacto negativo a largo plazo en el mundo académico y científico del país. Esta fuga de cerebros no sólo debilita el entorno académico actual, sino que también amenaza el potencial futuro de innovación y avance de la investigación en Myanmar. Desde el golpe, se estima que entre el 10 y el 15 por ciento de los profesionales de clase media del país, incluidos académicos y estudiantes, han abandonado Myanmar debido al deterioro de la situación política, la falta de seguridad laboral y la supresión de la libertad académica.
Alrededor de 100.000 ciudadanos de Myanmar han emigrado a Tailandia y Mizoram en la India, muchos de ellos jóvenes y educados que buscan mejores oportunidades en el extranjero. Myanmar, a su vez, está experimentando una fuerte fuga de cerebros. Este éxodo plantea desafíos a largo plazo para el potencial de Myanmar para la reconstrucción académica, la recuperación económica y el desarrollo científico, ya que muchos de los expatriados se encuentran entre las personas más talentosas y capacitadas del país.
A pesar de estos abrumadores desafíos, la comunidad académica ha demostrado una resiliencia notable, aunque su eficacia puede ser cuestionable. Muchos educadores y estudiantes han continuado su trabajo a pesar de la opresión, ya sea desde el extranjero o en entornos alternativos. En varias regiones de Myanmar donde el poder del régimen militar ha disminuido, los educadores comprometidos del MDL han comenzado a restaurar los sistemas educativos. Se establecieron escuelas acreditadas por el Gobierno de Unidad Nacional e impartidas por antiguos profesores de escuelas públicas que se unieron al MDL en zonas controladas por la resistencia en partes de la región de Sagaing, los estados de Shan, Chin y Kachin. Espero que estos esfuerzos de recuperación tengan como objetivo establecer un sistema educativo que sea fundamentalmente diferente del modelo controlado por los militares. También creo que incluso en esta época revolucionaria, el énfasis está en crear un enfoque de aprendizaje más democrático y orientado a la libertad que rechace las prácticas opresivas del pasado.
Al mismo tiempo, muchos profesionales de la educación que se han visto obligados a abandonar el país debido a los actuales disturbios políticos continúan contribuyendo participando en redes educativas e iniciativas de aprendizaje alternativo del extranjero de todas las formas posibles. Mantienen la esperanza de que una vez que los militares sean completamente destituidos del poder político, podrán regresar a Myanmar y reconstruir el país. Los educadores que abandonaron Myanmar recientemente y los que emigraron hace décadas comparten una visión común de su patria. Sueñan con un día en el que puedan regresar y contribuir activamente al desarrollo de Myanmar en diversos sectores, desde la educación y la política hasta la economía. Esta aspiración colectiva refleja una creencia profundamente arraigada en el potencial de Myanmar para un futuro mejor a pesar de los desafíos actuales.