Después de la muerte de su marido, Yulia Navalnaya hizo una promesa: no se dejará disuadir por el presidente ruso Vladimir Putin.
Alexey Navalny murió el viernes en una prisión rusa al norte del Círculo Polar Ártico tras ser arrestado a su regreso a Rusia en 2021.
El lunes, Navalnaya prometió continuar con el legado de su difunto marido y dijo: «Nadie más que nosotros mismos nos protegerá».
En el punto de mira: Aunque ahora está en el centro de la lucha de su marido, Navalnaya ha evitado en gran medida ser el centro de atención.
La pareja se conoció poco después de que Yulia, originaria de Moscú, se graduara en la Universidad de Economía Plejánov, donde estudió relaciones internacionales. Trabajó en un banco antes de partir para cuidar de su hija mayor, Darya.
Tras regresar de su baja por maternidad, Navalnaya ayudó a sus suegros a vender muebles durante varios años, pero tras el nacimiento de su hijo Zakhar -y con Navalny cada vez más en el punto de mira- decidió centrarse únicamente en la familia.
Sin embargo, el líder de la oposición cayó gravemente enfermo en agosto de 2020 en un vuelo de regreso a Moscú desde la ciudad siberiana de Tomsk. El piloto realizó un aterrizaje de emergencia en Omsk, donde Navalny fue trasladado al hospital para recibir tratamiento urgente antes de ser trasladado a Alemania, todavía grave.
Mientras Navalny yacía en coma en una clínica de Omsk, Navalnaya de repente se convirtió en el centro de atención, y su imagen de mujer estoica, tranquila y serena se convirtió en una historia por derecho propio.
Navalnaya corrió el riesgo de ser arrestada cuando participó en protestas pidiendo la liberación de su marido, lo que contribuyó a ejercer presión pública e internacional sobre el gobierno ruso.
Los medios rusos independientes la compararon con la ex primera dama estadounidense Michelle Obama, y sus partidarios se preguntaron si algún día lideraría el movimiento de oposición del país. En Instagram, sus seguidores la llamaron “la primera dama” porque corría el riesgo de ser arrestada en protesta por la liberación de su marido.
Sin rendición: Ahora un símbolo más desafiante que nunca de la causa de Navalny, Navalny ha prometido continuar su lucha por un gobierno ruso democrático.
“Putin mató a la mitad de mí, la mitad de mi corazón y la mitad de mi alma. Pero la otra mitad de mí se queda y me dice que no tengo derecho a rendirme”, publicó el lunes.